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Mostrando las entradas de febrero, 2021

LA HORA SAGRADA (Capítulo 4: Un Elefante Ocupa Mucho Espacio - Semana 1)

  CAPÍTULO 4:   UN ELEFANTE OCUPA MUCHO ESPACIO   Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la libertad… E. BORNEMANN   Luego de noches de desvelo y días de profunda exploración del segundo estante, ese que estaba al alcance de su pequeña gigante de un metro de altura, Otilia finalmente decidió cuál sería el libro del mes, ese que compartirían las cuatro. Había decidido que debía ser un libro que las incluyera a todas, uno que como siempre les diera la oportunidad de conectar con ellas mismas para que pudieran hacer lo que siempre le había dicho a sus alumnos y alumnas: “Lean y hagan suyo lo que leen. Dejen que el libro les corra por las venas, dejen que las palabras los afecten, los provoquen, los conmuevan.” Benita tenía sólo 6 añitos pero ya sabía leer.   Y lo hacía muy bien.   Amaba los animales, los de la selva especialmente. Odiaba los zoológicos.   Siempre decía que iba a viajar a África a visitarlos en su casa, en su ver

LA HORA SAGRADA (Capítulo 3: El Ojo de la Mujer - Semana 4)

    Y dios me hizo mujer, (…) y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. G.   BELLI   El miércoles siguiente las encontró livianas a las tres.   Hace tan bien cuando los enigmas eternos dejan de ser enigmas.   Hace tan bien extirpar los males y desintegrarlos en palabras. Hace tan bien tener con quién compartir poesías.   Y a eso se dedicaron entre mates y bombones y limonadas y tecitos y más bombones. “ Y Dios me hizo mujer”, leyó Otilia desde su púlpito de globos aerostáticos que parecían más llenos de aire que nunca , “Compuso mi sangre/y me inyectó con ella/para que irrigara/tomo mi cuerpo;/nacieron así las ideas,/los sueños,/el instinto.” Hablando de nacimientos, se acercaba el cumpleaños de Inés. Felipe le había regalado un crucero así que la gran novedad de la semana era que Benita iba a instalarse con su abuela durante quince días.   Gran festejo gran de las tres abuelas.   Ansiosas, hablaron sobre la novedad de que por un par de semanas iban a se

LA HORA SAGRADA (Capítulo 3: El Ojo de la Mujer - Semana 3)

  Irracionales niñas buenas me circundan y danzan sus canciones infantiles contra mí; contra esta mujer hecha y derecha plena esta mujer de pechos en pecho y anchas caderas que, por mi madre y contra ella, me gusta ser. G.   BELLI   El miércoles siguiente, las tres se juntaron como cada semana. Había tanto para seguir procesando entre estas tres mujeres de pechos en pecho y anchas caderas, tantas preguntas tenían pero no querían importunar a esa niña buena que tanto había sufrido en silencio, tantos años, en un purgatorio que no le pertenecía. Pero una vez demolido ese muro de silencio, entre mates, tecitos y limonadas bien frías, Otilia y Coca escucharon con dolor atragantado entre scons de naranja el secreto del secreto: Teté nunca le había contado a su padre lo sucedido. Don Justo, ese juez hecho y derecho, había sobrevivido a su bella Esmeralda y se había dado el lujo de ver a su adorada hija convertirse en una mujer hecha y derecha.  Y en respetuoso silen

LA HORA SAGRADA (Capítulo 3: El Ojo de la Mujer - Semana 2)

    Quedará de nosotros algo más que el gesto o la palabra: este deseo candente de libertad, esta intoxicación,                         se contagia. G.   BELLI   Libertad. Libertad para ser, hacer, decir, no decir.   Esa era una regla implícita entre las tres.   Nunca ninguna debía sentirse obligada a ser, hacer, ni decir nada.   Y eso acordaron Coca y Otilia cuando se acercaba el miércoles. Habían intercambiado un par de mensajes cordiales con Teté en los cuales les había asegurado que se sentía bien, que no se preocuparan.   No podían hacerle caso en esto último. Pero sí podían prometerse a ellas mismas no forzar a Teté a nada.   La mochila que acarreaba debía ser verdaderamente pesada para haberla vencido y ellas estaban dispuestas a ayudarla a llevarla, o a tirarla, pero era Teté la dueña.   Ella debía dar el primer paso.   Y ellas ahí estarían, atentas y alertas, en bambalinas, listas para entrar en escena cuando la protagonista lo considere oportuno.   Era su