LA HORA SAGRADA (Capítulo 3: El Ojo de la Mujer - Semana 4)

 

 

Y dios me hizo mujer,

(…) y me cavó por dentro,

me hizo un taller de seres humanos.

G.  BELLI

 

El miércoles siguiente las encontró livianas a las tres.  Hace tan bien cuando los enigmas eternos dejan de ser enigmas.  Hace tan bien extirpar los males y desintegrarlos en palabras. Hace tan bien tener con quién compartir poesías.  Y a eso se dedicaron entre mates y bombones y limonadas y tecitos y más bombones.

Y Dios me hizo mujer”, leyó Otilia desde su púlpito de globos aerostáticos que parecían más llenos de aire que nunca, “Compuso mi sangre/y me inyectó con ella/para que irrigara/tomo mi cuerpo;/nacieron así las ideas,/los sueños,/el instinto.”

Hablando de nacimientos, se acercaba el cumpleaños de Inés. Felipe le había regalado un crucero así que la gran novedad de la semana era que Benita iba a instalarse con su abuela durante quince días. 

Gran festejo gran de las tres abuelas.  Ansiosas, hablaron sobre la novedad de que por un par de semanas iban a ser cuatro los miércoles.  Venía bien un poco de sangre nueva, de frescura, de inocencia, de aire puro después de tanto aire intoxicado de pasado. 

Otilia ya hacía dos noches que casi no dormía pensando en qué libro ganaba la licitación mensual ahora que Benita iba a ser una de ellas. Se sorprendió sintiendo la misma adrenalina que había sentido cada año cuando aún ejercía su profesión docente y debía elegir las lecturas obligatorias para sus clases. 

Ella misma se había hecho un cuadrito con una de sus frases favoritas del maestro Jorge Luis Borges: “Creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¡Felicidad obligatoria! La felicidad también la buscamos.”

Tanto se la había repetido a sus hijas que Inés, ahora profesora en Letras, la usaba como disparador cada vez que comenzaba un nuevo ciclo.  Y siempre le agradecía a su madre por haberle engendrado esa convicción de que era posible el amor entre lectura y felicidad.  Y era hora de que Benita también lo experimentara.

Otilia estaba mareada, perdida en estas rumiaciones cuando Coca pidió la palabra y, entre pucheros, leyó un poema que la había conmovido profundamente sobre el embarazo: “Mi cuerpo, / como tierra agradecida,/ se va extendiendo.  Su lectura estuvo llena de gratitud hacia ese hombre fiel con quien había concebido y criado esos dos hombres que los habían llevado a extender las ramas de su árbol familiar.  Polo había sido un gran padre.

Teté también hizo su aporte.  A pesar de que nunca había sido mamá, tenía incontables ahijadas. Entonces, con vos dulce pero firme, leyó las primeras líneas de otro que decía “Tú / pequeño ser,/ estás creciendo dentro de mí /dándome una nueva dimensión”.  Aunque desde joven sintió que ella no había sido tallada para ser madre, eso no le había impedido sentir una profunda emoción cada vez que un nuevo ser berreaba en algún rincón del Hogarcito.

Mientras sus amigas recitaban y lagrimeaban, Otilia repasaba charlas que había tenido con sus hijas durante la semana, charlas que la habían llevado a disfrutar profundamente de todas estas líneas que su escritora del mes le había dedicado a esta vocación que se disfruta más cuando se elige: la maternidad.

Inés le había confiado que en el crucero seguramente iban a comenzar a buscarle compañerito o compañerita de cuarto a Benita, razón más que sólida para que Otilia le diera rienda suelta a su rol de abuela babosa y compinche con esa nieta que había sido una bendición para Arturo. 

Esa pequeña mujercita le había enseñado a su abuelo a disfrazarse y ponerse hebillas en el pelo sin avergonzarse, a sentarse en el piso sin pensar si la raya de su pantalón se desdibujaba, a permitirse comer pochoclos en el auto y no preocuparse si caían algunos sobre las alfombras siempre impolutas de su Renault 4 modelo 77, su otro gran tesoro.

Esa nieta había sido el tema de las charlas más hermosas en esos últimos días en el hospital cada vez que la morfina hacía su efecto y ambos se sentaban a compartir un tecito frente a la ventana que oteaba los jacarandas del patio central, pulmón saludable para ese lugar donde siempre se va a buscar eso: salud.  A veces se logra, otras no. Entonces hay que encontrarle la vuelta y hablar de lo que hace bien.  Y para Arturo y Otilia, lo más sanador era hablar de sus hijas y nietita.

Esa mujercita era también la razón por la cual Pilar, aún soltera, había decidido congelar óvulos ya que, como le había dicho a su mamá en una charla bajo el limonero, charla de mate dulce y bizcocho de grasa: 

Me gustaría ser mamá junto con una pareja, pero si la persona indicada no aparece, estoy dispuesta a encararlo sola.

Y por supuesto, había sido Otilia quien la había acompañado al centro elegido por Pili para este plan en la capital, aprovechando que su mamá estaba “internada” con Arturo. Otilia llora cada vez que recuerda lo que su querido compañero dijo cuando se lo contaron: 

Unos van, otros vienen, la Panamericana de la vida.

De hecho, todo esto sucedió el día antes de que ese abuelo amoroso se durmiera sin dolor, con sonrisa de paz, la paz que se siente cuando un padre ve que sus hijas son mujeres libres, valientes, repletas de amor. Y más aún, cuando sabe que no quedan solas. 

Al revivir todos estos momentos chiquitos-grandotes, Otilia no pudo más que sonreír, una sonrisa del alma, sonrisa apenas imperceptible para el afuera pero profunda, plena, relajada. Y mientras sus amigas devoraban los últimos bombones de la cajita, ella se relamió esa sonrisa tan íntima, tan de ella sola, buscó su poema favorito, “Dios me hizo mujer”, y dio por concluido el libro del mes saboreando despacito cada palabra de sus últimas líneas:

“…las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días

por las que me levanto orgullosa

todas las mañanas

y bendigo mi sexo.”

 

Amén.

Comentarios

  1. "Hace tan bien cuando los enigmas eternos dejan de ser enigmas. Hace tan bien extirpar los males y desintegrarlos en palabras". Hace tan bien, mi querida. Firme acá, como todos los miércoles!

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  2. Se vienen miércoles interesante c la nueva integrante!!!! 💜💕💜💕💜

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  3. Me quedo con la Felicidad Obligatoria... buscada, claro... y tengo un ejemplo bien actual: la cena recién compartida con "mi familia lacustre"... una manera de buscar la felicidad... y encontrarla!!!
    Ya quiero conocer a Benita !!!

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  4. Que lindo es el amor de abuelos! ❤️❤️❤️ Esperando ansiosa x esos miércoles de 4 integrantes!

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  5. Me obligo a ser feliz, leerte cada miercoles me hace feliz.

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