LA HORA SAGRADA (Capítulo 5: Amigos por el Viento - Semana 1)

 

CAPÍTULO 5:  AMIGOS POR EL VIENTO

 

A veces, la vida se comporta como el viento: desordena y arrasa.

Algo susurra, pero no se le entiende.

A su paso todo peligra; hasta aquello que tiene raíces.

L. BODOC

 

Esa imagen del cuento de la gran e inmortal Liliana Bodoc la despeinó el día que Inés vino a buscar a Benita y le dijo:

-         Le acaban de proponer un proyecto a Felipe en Madrid, ma…

Otilia había pasado por tempestades, la habían sacudido colas de ciclones y sabía lo que era que se te abriera la tierra de golpe ante tus piés pero este relámpago inesperado la paralizó.  No supo qué responder.

Al menos, decidió que ése tenía que ser el cuento de la semana para la hora sagrada.  Mail, archivo de PDF y a procesar. 

Y a abrir las ventanas y dejar que arrase con lo que tiene que arrasar.

 

***

 

Cuando la vida se comporta de ese modo,

se nos ensucian los ojos con los que vemos.

Es decir, los verdaderos ojos.

L. BODOC

 

Con los ojos sucios, abrió la puerta a sus dos rescatistas.  Habían sido días de ojos sucios, “de gotas de llanto escondidas en los jarrones”. 

¡Cuánto había extrañado a Arturo! ¡Qué bien le hubiera hecho esa terapia matera bajo el limonero! Con Pili había intentado hablar un par de veces pero ella estaba peor.  La furia se había apoderado de esa hermana que no quería ni pensar en la posibilidad de que un océano las separara. 

Tan arrasada estaba la casa que ni el horno tenía fuerzas.  Por suerte, Coca y Teté habían venido armadas hasta los dientes:  marquise de chocolate con frutos rojos.  Ellas sabían cómo alegrar las papilas gustativas de esa amiga que venía inapetente.

Así que entre tecitos con gotitas de limón y generosas porciones de ese postre mágico, cada una compartió sus vientos.

- Mi mamá también cerró las ventanas después de llegar de Barcelona.  Después de leer este cuento pensé que capaz lo hizo con la intención de protegerme y protegerse, para que aunque sea ahí adentro todo siguiera en su sitio.  Ella pensaba que el enemigo estaba afuera.  Así que armó su búnker.  Y con papá nos acostumbramos a verla con “ojos sucios”.  Cuando me acuerdo, lloro.  Torrencialmente.

Silencio respetuoso acompañado de goteras saladas. 

De golpe, las tres eran tres adolescentes, Otilia y Coca visitando a Teté que había vuelto esguinzada de Bariloche.  De golpe, las tres se vieron sentadas en la galería, el único lugar donde el aire no estaba viciado.  Y cada tanto veían ese fantasma elegante flotar por los pasillos ya sea camino al baño, o tomando un vaso de agua en la cocina, o asomándose a regalarles un destello de sonrisa que ese viento despiadado no había podido destruir.  Aún.

- A mí me salvaron mis amigas, gracias eternas a ustedes.  Nunca me voy a olvidar de las siestas que se pasaron ese primer verano que yo no quería salir.  No soportaba mi cuerpo.  No podía imaginarme en solera, menos que menos en traje de baño.  Odiaba estos brazos y piernas que habían despertado al monstruo, monstruo que se estaba robando a mi mamá de a poquito, lentamente, dolorosamente. 

Abrazo mudo.  Silencio.

-          - Y me salvó ver a mi papá, la razón por la cual me esforcé para salir de la cueva de a poco.  Me costó acomodar los ojos a la luz pero valía la pena el esfuerzo.  El click final lo hice con lo de Tinita, ¿se acuerdan?

¡Cómo olvidarlo!  En los pueblos siempre hay hitos que se convierten en cicatrices del pueblo entero.  El caso de Tinita fue uno. 

-           - Ése fue otro viento que me sacudió pero esta vez para despabilarme.  Me cacheteó, me zamarreó hasta que abrí la ventana.  Y después, las puertas de El Hogarcito.

Otro abrazo mudo. Otro silencio.  Acompañado esta vez por sonrisas.

Pausa necesaria.  Pausa de marquise.  Pausa de frutos rojos.

- Mi vida se transformó en viento el día que echaron a papá de la fábrica.

Ojos sucios de Coca.

 Nunca me voy a olvidar a papá sentado en la cabecera de la mesa.  Mirando para abajo, lleno de vergüenza.  Y a mamá, tomando la rienda y diciéndonos que había que ajustarse el cinturón, basta de gastos no necesarios, pero que no dijéramos nada.  Como si no tener trabajo fuera un crimen o un pecado inconfesable.  Pobre viejo.  Se me estruja el corazón cuando me acuerdo.  Hasta que lo contrató el papá de Polo en uno de sus campos, era común encontrarlo restregándose los ojos.  No paraban de entrarle basuritas. Pobre viejito.

Nudo en las gargantas. 

- A mí también me salvaron ustedes.  Me acuerdo que en las primeras fiestas no tenía qué ponerme pero nunca lo viví como una desgracia ya que siempre hubo dos roperos a mi disposición.  Y nunca nos faltó nada en la mesa.  Esmeralda y Elena se turnaban para dejarle a mamá bolsas con sorpresas de la despensa, verdulería, librería cuando empezaban las clases en el zaguán.

Nudos que se van desatando de a poco.

- Y me encanta recordar a papá abriendo la ventana de su cuarto temprano a la mañana el día que comenzó a trabajar con el papá de Polo.  Ese día, en casa, todos volvimos a respirar.

Suspiro de a tres.  El final del marquise de chocolate con frutos rojos marcó el fin del banquete. 

Otilia todavía necesitaba juntar fuerzas para abrir sus ventanas.  Necesitaba una semanita más para ver qué le susurraban sus vientos.

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