LA HORA SAGRADA (Capítulo 1: Un Cuarto Propio - Semanas 2 y 3)

[Con estos encuentros termina el Capítulo 1: UN CUARTO PROPIO (inspirado en citas del ensayo homónimo de la gran Virginia Woolf]


Al ser mujeres, nuestro contacto con el pasado se hace a través de nuestras madres

V.  WOOLF

 

Uno de esos miércoles, Otilia las esperó disparando esta frase sobre las madres… ¡Para qué! 

Coca se despachó primera contra la finadísima Doña Porota que tan hábilmente había amasado las decisiones de su hija cuando niña, cuando joven pero no más ahora que ya era una mujer bien horneada. 

A pesar de haber sido una mamá presente y ocupada, Porota siempre había estado preocupada, mejor dicho obsesionada por el porvenir de sus hijas.  Su objetivo de vida había sido que tanto Coca como su hermana se casaran con los mejores partidos.  Coca, siempre obediente, había cumplido con ese mandamiento materno, no así Susi, “una descocada” para su madre.  La leyenda barrial dice que de ella estaba hablando, más bien, lamentándose, cuando después de un profundo sorbo a uno de esos mates amargos que sólo su estómago de acero toleraba, su corazón dijo basta.  Dicen que el cuore no soportó tanta amargura. Vaya uno a saber.

Aparte de ese precepto de tinte monetario, doña Porota también las había sermoneado sobre la importancia de que se mantuvieran, a pesar de lo que sucediera, delgadas y siempre arregladas ya que: “El matrimonio es un trabajo que lleva tiempo.  Hay que estar lista para acompañar a tu marido siempre, apoyarlo en toda circunstancia porque cuando uno se casa, es para toda la vida.”  La descocada de Susi tampoco le había concedido este deseo.

En cuanto a Coca, durante estos últimos años parecía haberse sacado esa mochila de rocas prehistóricas que le habían legado y que tanto le había  arqueado los caminos desde que ella tenía uso de razón.  Es más, a pesar de esos kilitos de más que rellenaban su piel rosada, se la veía más liviana. Y rozagante. Y luminosa.

Teté hizo lo propio con la finísima Doña Esmeralda, tan brillante y sofisticada, tan circunspecta y controlada hasta que, de golpe, en plena adolescencia de su bella hija, perdió el control y comenzó una caída libre en cada vez más frecuentes episodios de depresiones, cada vez más agudos, más profundos, más oscuros. 

Esa había sido sin duda una de las razones por las cuales Teté siempre que había visto la chance, se había trepado a un avión para así escapar de esa casa que de golpe había soldado sus persianas de roble y había dejado de oler a perfume francés.  Afortunadamente, Teté parecía no haber heredado esa debilidad que fue apagando a esa joya de madre que alguna vez, cuando niña, había mirado con devoción.

Otilia siempre se sentía mal cuando surgía el tema madres ya que poco tenía para reclamarle a Elena, esa ama de casa divertida, con carcajada al aire, siempre dispuesta a dar caramelos al plomero, electricista, barrendero. 

Elena nunca se había contenido de besarla, de decirle cuánto la quería, de lo orgullosa que estaba de ella, ¡la maestra de la familia!  Otilia adoraba salir a caminar del brazo de su mamá, disfrutaba verla saludar a todos y a todas, conocidos y extraños, siempre simple, abierta e inteligente.  Directa y ocurrente.

La única vez que había sentido a doña Elena en la vereda opuesta fue después del verano que pasó en Chapadmalal acompañando a su Tía Elisa.

Elisa, la sexta de seis, la oveja negra de la familia.  Desde chica, había soñado con vivir cerca del mar y, ni bien pudo, hizo un curso de corte y confección y se mudó a ese páramo inhóspito donde se convirtió en la costurera preferida de las grandes señoras de doble apellido de la zona.

La Tía Elisa vivió hasta su muerte sola, frente al mar.  Arrullado por el viento y acariciado por el salitre, se alzaba su taller, siempre inundado de sedas y encajes, dedales y agujas.  Hasta el día de su partida, Elisa diseñó vestidos cruzados por volados que se parecían a las olas de ese mar espumante, rebelde y persistente como ella.  

Para Otilia, Elisa siempre había sido su tía preferida. Desde chiquita, había admirado su creatividad e independencia.  Esa tía adorada le había inculcado el amor por la poesía, en especial, su pasión por Alfonsina Storni, a quien recitaba a viva voz mientras cortaba satenes, hilvanaba faldas y fruncía cinturas. 

Y ese verano en el cual Otilia fue su asistente mientras la tía se recuperaba de las heridas en un brazo después de un accidente en moto fue clave para que se encendiera en ella la chispa que doña Elena rápidamente sofocó, una vez que comenzaron a caer las primeras hojas doradas del otoño.

Igualmente, a pesar de que ese recuerdo aún le ardía un poco, Otilia siempre reconocía que su mamá le había enseñado a ser una esposa compañera pero no cautiva, una madre que protegía sin sofocar, y una mujer orgullosa de su género.

Y su tía, entre hilvanes y ruedos, le había bordado en la mente la importancia de no dejar sueños sin cumplir, de ser constante como el mar que choca contra las rocas pero nunca se rinde.

Y Otilia todavía tenía algo pendiente y, quizás, había llegado el momento de zambullirse y aprovechar la ola.

 

***

 

Era extraño que, hasta Jane Austen, todos los personajes femeninos importantes

de la literatura no solo hubieran sido vistos exclusivamente por el otro sexo

sino desde el punto de vista de su relación con el otro sexo. 

Y esta es una parte tan pequeña de la vida de una mujer…

V.  WOOLF

 

Un mes, solo un mes, ¡ya un mes! desde que le había dado el último beso a su compañero de vida y Otilia sentía que era una adolescente que acababa de emanciparse. 

De golpe, a pesar de haberse creído libre durante todos sus años de matrimonio, se dio cuenta de que ahora miraba cada vez menos el reloj, no le preocupaba si no había carne en la heladera, o si la ropa se acumulaba en la silla de su nuevo cuarto, o si sobre su mesa de luz crecía un jenga de libros. 

De golpe, la palabra rutina perdió sentido ya que cada día elegía un horario distinto para desayunar, más de una vez almorzaba con mates y pizza fría de la noche anterior bajo el limonero, las perchas descansaban livianas en el ropero, y libros recién comprados la esperaban ansiosos a que ella los acariciara cada noche.

De golpe, sintió culpa.  De golpe, sonó el timbre.  Ellas. Siempre ellas al rescate.  A lo largo de todos esos años, muchas veces se habían salvado mutuamente.  Y ésta no iba a ser la excepción

Por lo tanto, ni bien Coca abrió el paquete de medias lunas que había traído, y ni bien Teté le dio un sorbo ruidoso a su té esta vez de cedrón, Otilia compartió su dilema.  Con la culpa aún respirándole en la nuca, les confesó su felicidad ante esta libertad nueva que nunca había sentido, esta sensación placentera de por primera vez en su vida hacer lo que se le cantaba. ¿Estaba bien sentir eso? ¿O era una desalmada?

Coca se olvidó de sus modales y con la boca llena de luna llena les contó lo que había sentido la primera semana después de la muerte de Polo.  El primer día, se había despertado temprano como siempre lista para prepararle el café con leche con crema espumosa hasta que se percató de lo infinitamente sin límites que era su cama. Primera sonrisa tímida.  El segundo día, se estaba preparando para teñirse cuando tomó conciencia de la belleza de esos cabellos color plata que matizaban su cabellera entonces, tiró el preparado y sólo se peinó. Segunda sonrisa pícara.  El tercer día, miércoles, disfrutó de elegir qué ropa ponerse para la hora sagrada sin ese otro par de ojos que aunque con la mejor intención siempre, pero siempre, tenían algo que decir acerca de la combinación de colores.  Y éste fue sólo el comienzo de un sinfín de sonrisas, al principio con unas pizquitas de culpa, ahora ya no.  Y agregó: “Y hay mucho más que ya pronto les contaré”.

Luego de un par de segundos de suspenso, Teté arremetió con su slogan “¡Que nadie se atreva a tocar mi libertad!”  Desde adolescente, rebelde y segura, había flameado esta bandera contra profesores, jefes, y sus padres, por supuesto.  La osada Teté lo había hecho antes de los grandes movimientos feministas que vinieron después, todos aplaudidos por ella, agradecida al fin de ser testigo vivo de lo que ella llamaba “los ovarios revoltosos”.  Más de una vez se había trenzado con Coca en una lucha de pañuelos verdes y celestes, con Otilia siempre mediando, pero siempre más de acuerdo con su amiga rebelde que con su amiga victoriana.

El tema pareja en Teté había sido un asunto de estado en el barrio, tema de charla de las señoras que mateaban en la vereda, cada vez que Teté pasaba con su caminar magnético, siempre simpática, moderna, poderosa.  Nunca le habían faltado pretendientes, o “filitos” como doña Elena solía decir, pero nunca había llegado a formalizar con ninguno después de…  mejor no tocar el tema. 

Cuando se hablaba de amor, Teté sólo lo relacionaba con sus dos eternas compañeras de vida, ella decía que ahí volcaba todo su caudal de amor, no le quedaban restos para nadie más. 

Tan bella, tan lúcida, tan independiente, “mucha mujer” según Otilia cada vez que el tema surgía y volvía a surgir en alguna sobremesa con Arturo o con sus hijas que adoraban a esa tía adoptiva libre, espontánea, sin prejuicios, con muchas millas en su haber y una sonrisa pícara siempre adornando su cara sofisticada, irresistible. 

Y así transcurrió la hora sagrada de ese miércoles, con la palabra libertad saltando de boca en boca, aun tímida pero prometedora en Otilia, ya instalada y sin culpas en Coca, y a gusto y a sus anchas en la empoderada Teté.




Comentarios

  1. "Que nadie se atreva a tocar mi libertad"

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  2. Cómo me gusta ese personaje y sus sonrisas pícaras :)

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  3. Me encanta la historia!!! Otilia q Linda persona!! Tan equilibrada y que disfruta de los diferentes momentos!!!

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  4. Sigo atrapada. Sentada en el patio y sin poder dejar la lectura.

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  5. la infertilidad para facilitar la concepción. (No más adopción, con el Dr. Itua su problema se resolverá y tendrá su hijo con facilidad.He sido sitios de blog por un tiempo y hoy me sentí como que debía compartir mi historia porque yo era una víctima también. Tuve endometriosis durante 18 años y nunca pensé que alguna vez tendría una cura debido a los terribles síntomas que tenía y esto hizo imposible que me quedara embarazada incluso después de 12 años de matrimonio y fue un problema grave. Me enteré de que el Dr. Itua en el sitio de blog que trató a alguien y la persona compartió una historia de cómo consiguió una cura y dejó sus datos de contacto, me puse en contacto con el Dr. Itua y él realmente lo confirmó y decidí dar una oportunidad también y utilizar su medicina a base de hierbas que fue como mi carga terminó por completo. Mi hijo cumplirá 2 años este diciembre y además yo sufría de cáncer cerebral, lo cual también le explico al Dr. Itua, así que él me preparó una medicina a base de hierbas que bebí durante dos semanas para curar mi cáncer de Brian, así que si usted sufre de cualquier tipo de enfermedad puede contactar con el centro de hierbas del Dr. Itua para obtener su cura con éxito, estoy agradecida a Dios y agradecida a su medicina también. El Dr. Itua también puede curar las siguientes enfermedades... Cáncer, VIH, Herpes, Epilepsia, Hepatitis B, Inflamación del hígado, Diabetes, Fibroides, Disfunción eréctil, Recuperar a tu ex, si tienes (A sólo contacta con él en (drituaherbalcenter@gmail. com o en el número Whatsapp..+2348149277967)También puede aconsejarte sobre cómo manejar algunos problemas maritales.

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