Una más, ¡dale!

Me gusta que ella me enseñe palabras nuevas, locas, mágicas, que me encienden la chispa y me empujan a jugar en este domingo perezoso de orden de biblioteca y de orden de ideas, en este solsticio de verano 2019, con un 2020 incierto que quiero y no quiero que comience porque cada vez soy más conciente de la inutilidad de planificar entonces mejor anoto las palabras raras que me grita desde el sillón mientras surfea en ese océano virtual que se agita con su par de pulgares que superan la velocidad de la luz y llegan a serendipias hermosas como "ramé" que es el nombre perfecto para ese rascacielorraso lleno de libros que domina mi pequeña casa. Sí, ramé. Ese caos hermoso de cuentosnovelaspoemas y demases que son mi biografía más exacta. Y después me grita "zeitgeist" que dice que la aprendió en el taller literario que empezó cuando se quebró el peroné jugando al fútbol entonces comenzó a hacer taquitos con palabras, a buscarles el lugar más efectivo en el block de notas, porque ya no escribe sobre papel, casi, porque ella es de este tiempo de celus inteligentes que se vuelven más inteligentes si se los usa de manera inteligente. Pero cada tanto me aclara que va a volver a jugar al fútbol, porque ella es de este tiempo, espíritu femenino que arde con fuerza, convicción, pasión. Y de pronto me grita "kairosclerosis" y como estoy podrida de estudios y diagnósticos, la descarto porque me suena a enfermedad y ya tengo bastante con lo mío. Entonces se ríe, guaranga, fresca, joven y me dice: "significa el momento en que te das cuenta que eres feliz". Entonces me declaro kairosclerótica. Sí. Crónica. Sin cura. Y mi maestra sonríe.

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