Amazonas

No es la primera vez que la belleza es condenada a la hoguera por los reyes de la mezquindad y de la insensatez. No es la primera vez que la vida arde y se vuelve cenizas ahogada por el fuego de la ambición y el egoismo. No es la primera vez que se achicharran las alas y sueños de inocentes que no le son funcionales a los amantes de los bolsillos abultados. Entonces la belleza arde, la vida se cosume, a los sueños los despedaza un viento sofocante, negro, despiadado que desinfla ese pulmón verde que alguna vez se infló con cada nube que llovió sobre cada río que corrió cruzando tierras que hasta hace unos días cantaban, florecían, y saltaban de rama en rama, de orilla a orilla, balanceándose en un equilibrio natural tan perfecto y precioso que sólo el ser más perfecto y precioso puede romper, quemar y matar. Lloran los ojos por culpa de esos ojos que no supieron ver que el fin de la belleza lleva al Fin.

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