Cuento escrito por Thea

Libros Rebeldes

Colorín colorado, esta historia ha comenzado. Suena raro, ¿no?

Igual de raro y sorprendente fue cuando la bibliotecaria volvía hacia su casa y se encontró con que su barrio estaba revolucionado. Niños y niñas corrían por las calles muy asustados, pero ¿cuál era la razón de este lío? LIBROS. Libros y personajes acechaban las calles de Chascomús. A Lucía, la rubia y malcriada hija del joyero, la perseguían tres osos. El hijo del carpintero corría a toda velocidad tratando de escapar de un narigón muñeco de madera y un pequeño grillo. De repente, alguien la empujó, era un conejo blanco que saltaba desesperado atrás de Alicia, la sobrina de su vecina. ¡Qué caos y qué ruido! Todo lo que la bibliotecaria Matilda odiaba.

-Creí que los había educado bien a mis preciados libros…

En medio del desorden divisó a Robin Hood, seguramente él sabría la causa de esta revolución…
-Salgo de trabajar y me topo con esto, quiero ya una explicación - ella dijo.
-Hola Matilda, lamento no haberte contado nada, pero ya era hora de hacernos notar. La sociedad de ahora no incentiva a los niños a leer, ¡y ellos son nuestro futuro! No disfrutan de nada de lo que pasa a su alrededor porque no quitan los ojos de esos aparatos tecnológicos que nos robaron el trabajo. Era hora de alzar nuestra voz y rebelarnos. Yo, como siempre fui líder de los más necesitados, decidí encabezar esta rebelión y así mostrarles a los niños la magia de los libros.

Instantáneamente se escuchó un ¡Viva Robin! proveniente de un niño con una rara cicatriz que montaba una escoba, detrás aplaudían tres cerditos y una niña con una gran caperuza roja.

De golpe, Matilda recordó la importancia que los libros habían tenido en su infancia y cómo había viajado por bosques, castillos o vivido batallas y comido perdices gracias a esas locas páginas repletas de letras que hoy luchaban por ser acariciadas por esos pulgares que hoy solo pulsaban teclas. Era hora de que todos los niños viajaran como ella lo había hecho.

¡Se le ocurrió una idea!

Regresó a la biblioteca, tomó los libros restantes que aún permanecían ordenados en su lugar, los colocó en una valija, enrolló una alfombre bien grande y arrastró su cómodo sillón hasta la placita delantera de la biblioteca. Una vez instalada, comenzó a leer en voz alta y ni bien pronunció esas mágicas y tan importantes palabras para ella, “Había una vez”, su alfombra comenzó a llenarse de niños y de personajes. Durante horas leyó cuentos y más cuentos mientras a los celulares en un rincón se les agotaba la batería, pero nadie pareció notarlo.


¡La rebelión literaria había triunfado!

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