Independencia
“A las 2.00, en Independencia al 3100. El 96 te deja en la puerta.” El sol de enero derrite la brea de la avenida Montes de Oca, lava negra se incrusta en la suela de las Topper nuevas amarillas que me regalaron mis abuelos para patear la gran ciudad. Largo una puteada pueblerina en voz alta, total con todo ese coro sufriente de bocinas nadie escucha a nadie. Mientras camino hacia la pensión, y lucho por despegar mi zapatilla izquierda a cada paso, ruedan lágrimas pesadas por mis cachetes pero se evaporan antes de tocar las baldosas. El calor de esta caldera de cemento no te deja ni llorar como se debe. Una lágrima porque ya extraño el olor a lavanda del patio de mi mamá. Otra porque no sé cuánto van a durar los jazmines del cabo que me dio la abuela para aromatizar el cuarto con baño compartido. Hija única que nunca compartió nada. Lagrimón. Tan grande que no se evapora, explota en el pavimento. Cae justo al lado de una cagada de perro qu...